No fue hasta mediados del siglo XIX, que se empezó a regular el comercio de antigüedades en Egipto. Cientos de miles de objetos, desde joyas y estatuillas a relieves e incluso estructuras enteras, fueron separados de sus contextos y enviados a museos y colecciones privadas de todo el mundo.

La demanda occidental de antigüedades del antiguo Egipto se intensificó con la campaña napoleónica a Egipto y Siria (1798-1801) y la posterior publicación de los múltiples volúmenes de la obra Descripción de l’Egypte , resultado de la vertiente científica de la expedición, lograda por sus 167 científicos, estimuló el interés mundial por Egipto y de sus antiguos monumentos.

La primera medida para el control de antigüedades egipcias fue decretada en agosto de 1835, por el valí o gobernador de Egipto, representante del sultán del Imperio Otomano, Mehmet Alí, considerado el fundador del Egipto moderno, que emitió un decreto que prohibía la extracción no autorizada de antigüedades del país. Este decreto también designaba un edificio al lado del lago y de los jardines Ezbekiah, en El Cairo, para servir como almacén de antigüedades.

Por desgracia, estas antigüedades se daban a menudo por los gobernantes de Egipto a los dignatarios extranjeros como regalos, y a mediados de la década de 1800, la colección era tan pequeña que cabía en una habitación de la Ciudadela.

En 1855 lo que quedaba de la colección fue entregada por Muhammad Sa’id Pasha como un regalo al archiduque austriaco Fernando Maximiliano de Habsburgo.

Tres años mas tarde, en 1858, el mismo virrey Sa’id Pasha, aprueba la creación del Servicio de Antigüedades, oficialmente el Service de conservation des Antiquités de l’Égypte para detener el ilícito y continuado comercio de antigüedades egipcias, nombrando al académico francés Auguste Mariette como su director.

Artículo: Bartomeu Egea Resino.

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