A bordo de extravagantes vehículos y al compás de la música en directo interpretada por una gran orquesta, 22 momias de reyes y reinas del antiguo Egipto desfilaron por las calles de El Cairo la tarde del pasado sábado 3 de abril, tras caer el sol, en una inédita y solemne procesión faraónica.

El desfile real arrancó en las puertas del histórico museo egipcio de antigüedades, en pleno corazón cairota, presidido por una banda de tamboreros uniformados, rodeando la icónica plaza Tahrir iluminada, que desde hace meses luce un obelisco y cuatro esfinges de Luxor, antes de enfilar hacia el Nilo.

Siguiendo el curso del río, el convoy puso rumbo hacia la que será la nueva residencia de las momias, el Museo Nacional de la Civilización Egipcia, situado en Fustat, la primera capital de Egipto bajo dominio musulmán, y hoy en el sur de El Cairo.

Para la gran marcha, bautizada el Desfile Dorado y que las autoridades egipcias llevaban anunciando durante meses a bombo y platillo, no se ha escatimado en nada.

Para la procesión, los cuerpos de la realeza egipcia se han colocado con delicadeza en módulos especiales esterilizados y con nitrógeno para recrear las condiciones de las cajas en las que se exhiben habitualmente, y se han cargado en exóticos vehículos dorados y negros, y dotados con amortiguadores de seguridad.

Desfilando por orden cronológico, los carros llevaban grabado en el lateral el nombre del monarca en árabe y en jeroglíficos egipcios. Su paso, pausado, estaba acompasado con el ritmo de una orquesta de 120 músicos y una coral de 100 cantantes.

Artículo: Egiptología 2.0

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