‘‘El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en, o con, la misma piedra”.

Este dicho, tan empleado comúnmente para transmitir el poco provecho que se extrae de la experiencia, y por ende, la tendencia a equivocarse en circunstancias análogas, debido, en muchos casos, a la obcecación u obstinación de los protagonistas por realizar las mismas acciones una y otra vez, puede ser esgrimido afinadamente para referirse a diferentes etapas de la historia egipcia, en las que, llevando a cabo desarrollos similares, se ha llegado a fines semejantes.

Durante el reinado del sempiterno Pepy II, (22552165 a. C. aprox.) postrimero rey de la VI Dinastía, el poder, debido a este dilatado periodo de gobierno, debió ir marchitándose poco a poco.

El ocaso se vislumbraba en la aparición de diversos periodos de sequía que acarrearon malas cosechas, factor que, unido a la penetración de elementos extranjeros y a las actuaciones de las grandes familias locales, las cuales, paulatinamente, iban adquiriendo más y más cuotas de poder en sus sepaut, llevaron a que ocurriera lo inevitable, la desintegración, la descomposición del denominado reino antiguo egipcio en diferentes unidades territoriales.

Estos acontecimientos serían recogidos en el texto conocido como “Admoniciones de Ipuwer” (Papiro de Leiden I 344, conservado en el Rijksmuseum van Oudheden, Leiden, Holanda), texto que cuenta con una extensión de 375 m. aproximadamente de largo por unos 18 m. de ancho, y aunque con diversas partes bastante deterioradas, en general, describe el escenario que se asentaría en los territorios del Valle a partir de numerosos lamentos.

Artículo: Hipólito Pecci Tenrero

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