A lo largo de las últimas tres décadas, la arqueoastronomía ha despuntado como disciplina con personalidad propia dentro de las ciencias históricas. La visión que los antiguos tenían del cielo nos ayuda a comprender mejor el desarrollo de su cultura y de su sociedad en términos generales; a mayores, entrando a valorar aspectos más específicos, se trata de una herramienta útil a la hora de despejar algunas incógnitas detectadas en las cronologías y dataciones tradicionales. En otro orden de cuestiones, la arqueoastronomía ha demostrado tener solvencia suficiente como para escudriñar en el origen y formación de mitos y creencias religiosas. Su aplicación depende, por tanto, de la suma equilibrada de conocimientos provenientes de diversas especialidades, erigiéndose en la perfecta combinación de las ciencias exactas, como la física y las matemáticas, y las ciencias sociales, como la historia, la antropología y la etnología. Para el caso concreto del antiguo Egipto, dos de los mayores activos en el ámbito hispanohablante son la prueba misma de este carácter multidisciplinar de la arqueoastronomía: el murciano José Antonio Belmonte Avilés (1962), Doctor en Astrofísica por la Universidad de La Laguna, y el valenciano José Lull García (1972), Doctor en Geografía e Historia por la Universitat de València. Fruto de su colaboración, pronto verá la luz la monografía Ancient Egyptian Astronomy, culmen de sus trabajos previos, a los que cada uno de ellos ha sabido aportar el aprendizaje recibido en materias, en teoría dispares, en la práctica auxiliares, como la astronomía y la arqueología. Acerca de esta complementariedad ha dicho Lull lo siguiente, al ser entrevistado por Carmen del Puerto Varela para Voces, proyecto divulgativo desarrollado por el Instituto Astrofísico de Canarias: “Formamos un buen equipo, pues su formación profesional como astrofísico y su pasión por el antiguo Egipto se complementan perfectamente con mi formación profesional como egiptólogo y mi pasión por la astronomía. En mi opinión, esta combinación es una fórmula ideal para abordar muchos de los problemas que ofrece la antigua astronomía egipcia”.

En este mosaico de interdisciplinariedad pretendo encajar, a nivel particular, como teórico de la comunicación (o comunicólogo). De ahí que mi aproximación a la egiptología y a la astronomía (y su conjugación a través de la arqueoastronomía en el antiguo Egipto) se produzca a través de la lingüística, esto es, mediante el análisis de cómo los antiguos egipcios emplearon la astronomía de cara a la construcción de mensajes y la creación de significados. En consecuencia, mi punto de partida no puede ser otro que el paradigma de Lasswell, formulado en 1948 a fin de establecer y configurar los elementos inherentes a cualquier proceso comunicativo: emisor (o comunicador), receptor (o audiencia), mensaje, canal y efecto. Este modelo se ha enriquecido más tarde mediante la inclusión de nuevos elementos, igualmente imprescindibles, como código, ruido, referente y retroalimentación. Aplicando estas etiquetas y partiendo del Libro de los Muertos, por ejemplo, se puede obtener que nosotros nos hemos convertido en depositarios indirectos de una concatenación de fórmulas religiosas (mensajes) que los escribas del antiguo Egipto (emisores) pusieron por escrito (canal) en lengua jeroglífica monumental (código) hace miles de años, si bien los destinatarios originales (receptores) de estos sortilegios fueron las almas de los difuntos, a fin de que éstas lograsen sortear los obstáculos que hacían peligrar su pervivencia en el más allá (efecto). Se plantea aquí la primera complicación, al escrutar y dar hoy sentido a un mensaje que no se ha concebido realmente para nosotros y que, por lo tanto, no comparte la cosmovisión propia de nuestro tiempo, de la que tan difícil nos resulta despojarnos. Como seres sociales que somos, inmersos en el mundo de las comunicaciones globales, recibimos a diario cientos de impactos informativos que transponemos, automáticamente, a la lógica vigente en la actualidad: de ahí la tendencia, cada vez mayor, de sojuzgar el pasado a través de los valores y criterios intrínsecos al presente. Venimos, por así decirlo, con una configuración preinstalada por defecto que no coincide con la existente en el antiguo Egipto.

Artículo: Alfonso Daniel Fernández Pousada

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